Entradilla

Las afortunadas Islas Canarias desde una peculiar mirada hacia sus lugares más emblemáticos, su gastronomía, su historia, sus gentes y sus costumbres

viernes, 22 de enero de 2010

Valle Guerra: La cuna de la lucha canaria



Valle Guerra es uno de los pueblos que visitamos el fin de semana pasado. Un lugar que recibe al visitante con esta estatua en honor al más típico deporte de la tierra: la lucha canaria. 

Aún no la hemos visto en directo -todo se andará- pero tengo que decir que ya hemos tenido el honor de encontranos con el mayor campeón que ha dado la historia de este deporte. Nada más y nada menos que  Pollito de la Frontera, un apodo que casi suena a broma para los que nada conocemos de la lucha canaria, pero que impone respeto entre sus paisanos.

Francis Pérez, natural de El Hierro -donde nosotros nos encontramos con él- era capaz de levantar su peso corporal con los brazos(125 kilos) y el triple con las piernas, ganó 17 títulos de Liga y recibió ofertas millonarias por competir en el extranjero. Y con ese historial a cuestas, hace poco menos de un mes, allí estaba en su isla natal jugando al fútbol con sus chiquillos a la puerta del Hotel más pequeño del mundo.


El Pollito de la Frontera, en una de sus últimas peleas antes de retirarse. Foto: Crónicas de Lanzarote

jueves, 21 de enero de 2010

Entre 'guachinches', plataneras y demoras

Viernes estresante

La última aventura tinerfeña no comenzó precisamente bien. En la T-4 de Barajas, los de Iberia se encargan de recordarme por qué les odiamos tanto y retrasan el vuelo media horita. Aunque, a decir verdad, esto para Iberia es puntualidad suiza…

Mi vuelo debía finalizar en Tenerife Norte (Los Rodeos), situado a sólo 10 minutos de Santa Cruz, mi destino. En éstas, se escucha la voz del piloto por megafonía: "Hay mucha niebla, haremos una incursión y, si no podemos aterrizar, nos vamos al Aeropuerto del Sur".

Una joven madre sentada a mi lado me dice que la hable, que si no se pondrá histérica, mientras yo empiezo a concienciarme de que tocará recorrer en bus (o mejor dicho, en guagua) los 60 km. que van del Aeropuerto Sur a Santa Cruz. También pienso en los históricos mega-accidentes ocurridos en Los Rodeos y, resignado, prefiero que el piloto se deje de incursiones. Cuatro horas después, por fin estoy en mi destino.


Sábado de relax

Tras dormir 12 horas, el sábado comemos en una chula (y cara) tasca de Santa Cruz y dedicamos la tarde a disfrutar de las rebajas tinerfeñas, que no sé si serán mejores o peores que las de Madrid, y la verdad tampoco me interesa. Simplemente es más agradable pasear por las calles con 25 grados de temperatura que con 5. Pasada la tarde, una película y a dormir que el domingo se presenta ajetreado.


Domingo de excursión

A las 10.30, Vanessa, una simpática compañera de trabajo de Auro, oriunda de Tenerife –concretamente de Tegueste- nos recoge en Santa Cruz y nos lleva de excursión. El soleado día acompaña a disfrutar de los bellos y verdes parajes que nos enseña –haciendo las veces de magnífica guía turística-.


[Imagen de Pedro Álvarez. Foto: Auro]

Uno de los pueblos que atravesamos –aparte del propio Tegueste- es Pedro Álvarez, tal y como ella nos recuerda, "el pueblo de los bobos"; y es que, al parecer, los Palacios Reales no son los únicos lugares en los que familias enteras se dan al sexo, el incesto y a la lujuria…


[Otro añito separados... Esto ya va a parecer costumbre.
Gracias al certificado de residencia, que si no...]

En estas continuamos para Valle Guerra, un pequeño pueblo situado cerca del mar, en el que recogemos a Emiliano, el novio de Vanessa. Él nos recibe un poco adormilado, pero rápidamente se despierta para recoger el testigo de guía turístico que amablemente le cede su pareja. Durante buena parte del periplo ambos nos deleitan con unas divertidas "Escenas de Matrimonio tinerfeñas", que nos amenizan todavía más el recorrido.

Tras recorrer kilómetros y kilómetros de invernaderos y plataneras, disfrutar de increíbles costas y magníficos miradores, decidimos que ha llegado la hora de comer.


[Carne de vaca y de pollo, papas, garbanzos y algunos condimentos. Un plato buenísimo, completo, fácil de preparar y que además te sirve para reutilizar las sobras de otros guisos. Esto es la Ropa Vieja canaria]

En esto hay unanimidad: vayamos a un 'guachinche'. Estos locales, de los que yo sólo había oído hablar, consisten en garajes de viviendas reconvertidos en restaurantes, con comida casera y precios asequibles. La verdad es que nos ponemos hasta el culo de Carne Fiesta y Ropa Vieja, entre otros sabrosos platos.



Por la tarde, visitamos Punta Hidalgo y otros lugares costeros en los que el mar sacude con fuerza, paisajes que adquieren su máximo esplendor observándolos sentados en una terraza y con un licor de hierbas en la mesa.


[La maravilla de las olas. Pinchad en la foto,
que merece la pena verla en grande. Foto: Auro
]

Nuestro periplo concluye en una pequeña ermita situada frente a la playa, junto a la que los hippys fuman porros y tocan batucadas, un atardecer que más de uno quisiera en pleno mes de enero. Para agrandar su fama de inmejorables anfitriones, Emiliano y Vanessa nos dejan en la puerta de nuestra casa, tras un fantástico y agotador día.

Lunes malvado

El lunes en Los Rodeos vuelvo a darme un golpe de bruces con la malvada realidad. Tras llegar al aeropuerto en taxi para no ir muy apretado de tiempo (18 euros la broma), el vuelo se retrasa porque hay niebla en Barajas (¿qué pasa? ¿La niebla siempre se instala en los aeropuertos a los que yo me dirijo?)

La espera va de las 7.15 a las 11.15, nada menos que 3 horitas. Pero es lunes y, tras un fin de semana tan placentero, no quiero estresarme, ya habrá tiempo de eso durante el día a día madrileño.

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jueves, 14 de enero de 2010

Kit-Kat tinerfeño

Igual que Rosana cantaba aquello de que ella se iba a vivir al campo, yo me voy a pasar el fin de semana a las islas, algo que ya me apetece tras dos semanas sufriendo el frío siberiano-madrileño (la nieve es bonita para un día; acurrucarse bajo una manta, mola; pero la lluvia y el fuerte viento de estos últimos días, eso ya sí que me resulta insoportable).

Yo pensaba que la nieve era algo más propio de Nueva York
(Foto: Taxista en Nueva York...taxista en Madrid
).

Por suerte, mi 'genial' horario laboral me impide pasar muchas horas en la calle y, por ende, sufrir el puñetero frío. De hecho, mi estancia a la intemperie se reduce a la hora que transcurre desde que salgo de casa (de mis padres) hasta que llego a la oficina; y a la otra horita que me lleva hacer el camino de vuelta.

Por lo demás, la vida en la Península resulta bastante más aburrida que en Canarias. Aquí todo el mundo sigue hablando de la crisis, concepto que ya casi había olvidado en Tenerife, donde los temas de conversación cotidianos están más relacionados con el carnaval que con la situación económica. Allí la gente vive a otro ritmo, lo que les permite llevar con mucho mejor humor contextos internacionales como el actual, donde todo parece desmoronarse.

La inmensidad del océano desde las montañas de El Hierro. (Foto: Auro)

Al menos así me lo pareció, por ejemplo, cuando estuve buscando trabajo allí o cuando vi la retransmisión de la gala de Nochebuena de la Televisión Canaria: chicas espectaculares con minifalda y gorrito de Papá Noel; música seudocaribeña; menciones a los 'hermanos' venezolanos; buen rollo en el ambiente y 'sketchs' humorísticos con Hugo Chávez, Fidel Castro y el Rey como protagonistas (algo difícil de ver en la Península, tanto igualar a estos tres fascistoides como descojonarse de ellos).

En fin, que a mí, personalmente, estar allí me genera muy buen rollo -desde luego, la temperatura influye mucho-, así que nada, a desconectar, y nunca mejor dicho, durante los próximos días. Si la cosa resulta productiva, incluso podré aportar cositas nuevas a este nuestro blog.

Un poquito de relax nunca viene mal. (Foto: Auro)

lunes, 4 de enero de 2010

El Hierro, allí donde el mundo empieza

En 1969, Neil Armstrong daba "un pequeño paso para el hombre, pero un gran salto para la humanidad". El estadounidense había pisado la Luna, algo impensable unas décadas antes (y todavía más impensable 40 años después).



Formas de lava. Foto: Auro


Precisamente en la Luna fue en una de las cosas que más pensé durante mi estancia en El Hierro, una isla que podría definirse como "un pequeño paso para la Naturaleza, pero un gran salto para cualquier hombre".

Y es que esta isla reúne todo aquello que tantas y tantas veces hemos imaginado a través de libros como 'Robinson Crusoe', películas como 'El Lago Azul' o 'King Kong' y series como 'Lost': frondosa vegetación, árboles imposibles, increíbles cascadas, suelos lunares, playas de agua azul celeste, peces de colores, majestuosas montañas y caprichosas calas formadas a partir de lava volcánica... Realmente espectacular.



La fuerza de las olas. Foto: Auro

Lo mejor de todo es que la isla es minúscula y puede recorrerse de punta a punta en 3 ó 4 días (eso sí, con un coche pontente, ya que las cuestas son muy pronunciadas y hay bastantes carreteras sin asfaltar). Se nota que la isla está pensada para el caminante o, como mucho, para el ciclista, ya que cuenta con miles de caminos y senderos y, tal y como nos contó un herreño, sus autoridades siempre han intentado poner freno al turismo masivo.


Atardecer en La Restinga, al sur de El Hierro. Foto: Auro

Esa es otra de las grandezas de esta pequeña porción de tierra de menos de 300 kilómetros cuadrados y apenas 10.000 habitantes: su increíble tranquilidad, ideal para saborear durante unos días toda la magia de la Naturaleza.
La Sabina, un árbol milenario que crece hacia el suelo para protegerse del aire. Foto: Auro

El Hierro fue considerado durante varios siglos el lugar más occidental del planeta. Por tanto, hasta el descubrimiento de América se pensaba que el mundo acababa en El Hierro. Tras visitar la isla, más bien parece que el mundo empieza en El Hierro, o al menos un mundo muy distinto al que conocemos; uno en el que la tranquilidad y la imaginación están por encima de las prisas y el materialismo.

El Faro más al Oeste de Europa, allí donde acababa el mundo. Foto: Auro



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domingo, 3 de enero de 2010

La isla de San Borondón.



Ayer, precipitadamente, según llegaba de la playa y casi sin tiempo para peinarme un poco, me llamó un amigo para ir a la presentación de un libro. Me apunté sin dudarlo, que en esta ciudad no ando sobrada ni de amigos ni de eventos, y en 10 minutos estaba lista para irnos a la Orotava, donde tenía lugar el acto.


Habría ido de cualquier manera pero confieso que el hecho de que en el periódico dijeran que Saramago iba a estar en la presentación ayudó para que no me lo pensara demasiado.

Al final, de Saramago ni rastro -más allá de unas fotos-, pero fue un acto interesante, con espectáculo de magia y música incluidos. Y lo más importante, descubrí la Isla de San Borondón, un lugar mítico, presente en el imaginario colectivo del pueblo canario a través de cuentos y leyendas, y del que no había oído hablar en toda mi vida.

Se trata de una isla que los cartógrafos y navegantes de épocas pasadas llegaron incluso a situar en los mapas y de la que, aseguran, llegaron en su día barcos y marineros. Otros afirman incluso que llegaron a pisar su orilla, y que San Borondón se trataba de un vergel inmenso, lo más parecido al paraíso; muchos dicen que han visto su costa mirando al horizonte y algunos la han llamado la Octava isla de las Canarias.

La profusión de historias y la falta de datos reales han hecho de San Borondón un lugar mágico envuelto en olas tenebrosas y mares inalcanzables, un lugar al que uno puede ir a relajarse cuando le agobia el día a día; a descansar cuando se acumulan los problemas y olvidarse de la realidad. Es por eso que, como dijo uno de los ponentes, "lo importante de la Isla de San Borondón no es encontrarla, sino seguir buscándola".