Una triste forma de dar a conocer este pequeño archipiélago portugués de enorme belleza, formado por nueve islas y situado en pleno Océano Atlántico.
Mi visita, de carácter laboral, tenía por objetivo conocer las obras que Ferrovial está desarrollando en São Miguel para construir una espectacular autopista que mejorará sustancialmente las comunicaciones de esta abrupta isla. En posts sucesivos hablaré de algunos de los espectaculares viaductos que allí se están construyendo.
En cuanto a la isla, lo que más me llamó la atención es su hermoso paisaje, una especie de Asturias en miniatura marcado por la humedad, el verde de sus campos y la abundancia de vacas. Y es que, según nos comentaron nuestros guías -dos ingenieros españoles de Ferrovial-, la mayoría de la población local subsiste gracias a las ayudas europeas a la producción de leche.
São Miguel tiene un tamaño similar a La Palma, que es la isla de las Canarias a la que más se parece -al menos de las que yo he visitado-. También cuenta con valles, montañas y antiguas carreteras repletas de curvas al norte, así como pequeñas playas turísticas al sur.
Además, en la isla proliferan las cascadas -artificiales, según nos comentaron, pero muy bonitas-, el té -la isla cuenta con la única plantación europea de este tipo de infusión- y el pescado -en nuestro menú, muchos optaron por el bacalao, aunque yo me decanté por un sabroso y suculento arroz con marisco-.
En cuanto al ocio, según nos dijeron nuestros guías, en São Miguel hay dos tipos de personas: los que practican submarinismo y los que juegan al golf (supongo que en esto influye decisivamente el poder adquisitivo de cada cual).
En definitiva, un lugar con mucho encanto altamente recomendable. Tal vez lo peor sean las comunicaciones con el archipiélago: sólo hay vuelos desde Lisboa y Oporto y, al parecer, no son nada económicos.
Ponta Delgada, la capital de São Miguel |