Parece mentira que todavía no hubiese ninguna mención en este blog a una de las playas que más me gustan de Tenerife: la de El Bollullo.
Sólo he ido allí una vez, algo que será convenientemente corregido la próxima semana, cuando, acompañados por Jose, Auro y yo protagonicemos nuestra decimoquinta vuelta a la isla.
Recuerdo que la única vez que fuimos allí, junto a Raquel y Gus, nos los pasamos genial, por múltiples motivos:
1- Para llegar a la playa hay que recorrer una carretera repleta de plataneras, en continua pendiente, que ofrece unas vistas realmente espectaculares. Parece mentira el carácter aislado de la zona, que se encuentra a escasos kilómetros del turístico Puerto de la Cruz.
2- En un momento determinado, esa misma carretera se estrecha enormemente, provocando un cuello de botella mortal si te topas con algún coche que viene en dirección opuesta. Creo recordar que entre ir para alante e ir para atrás (en plan Tetris), nosotros tardamos unos 20 minutos en recorrer ese kilómetro. Y gracias a que Gus se puso en plan suicida y decidió intimidar a los que venían de frente acelerando al máximo nuestro coche.
3- La carretera termina en dos aparcamientos: uno pertenece a un bar y es de pago, el otro, algo más adelante, es gratuito (lo llamo aparcamiento por no llamarlo descampado). A partir de ahí toca bajar andando a la playa por un camino empedrado desde el que se divisa El Bollullo en toda su inmensidad.
4- Unos roques dividen la playa en dos partes iguales. Desde arriba parece pequeña, pero es realmente grande. De hecho, cuando nosotros llegamos había una pareja a punto de consumar y nuestra presencia, al estar tan alejados, no les impidió rematar la faena.
5- Su arena es de un color negro muy intenso, casi virginal, nada que ver con el negro algo más 'guarreado' de Las Gaviotas o Playa Jardín.
6- El oleaje que azota la zona suele ser bastante fuerte, lo que es un gran aliciente para alguien como yo, aunque tal vez para otros sea una putada. Algún que otro revolcón nos dimos Gus y yo con nuestra tabla de bodysurf, una vez constatado que con las gafas de snorkel no se veía ni la arena del fondo.
7- Y por supuesto, conviene disfrutar de un atardecer en esta playa. Nosotros lo hicimos y fue algo impresionante.
En definitiva, es una de las mejores playas de Tenerife. De las que yo he visto, ésta se disputa el primer puesto con La Tejita. No obstante, algunos amigos nos han comentado que Los Patos, la playa situada a continuación de El Bollullo, es aún más bonita. En aquella ocasión sólo pudimos verla desde lejos, destacando las tiendas de los 'hippies' allí acampados. Así pues, esta semana tocará comprobarlo.
Entradilla
Las afortunadas Islas Canarias desde una peculiar mirada hacia sus lugares más emblemáticos, su gastronomía, su historia, sus gentes y sus costumbres
viernes, 12 de noviembre de 2010
miércoles, 3 de noviembre de 2010
Tenerife-Portimao, Madrid-Huelva-Madrid
Se acerca diciembre, es decir, ya casi ha pasado un año desde que embarqué en Portimao rumbo a Tenerife. Toca traerse el coche de vuelta (o lo que queda de él, porque entre averías y cuestas imposibles, no creo que sea el mismo que salió de Madrid).
Al menos me libro del barquito, esta vez le toca padecer a Auro las dos noches sin dormir, los continuos vaivenes, los tranquilizantes, los vómitos de los pasajeros... y la visita a Funchal (aunque ella sólo dispondrá de dos horas de asueto en la mayor de las islas de Madeira, lo justo para bajar, pisar tierra firme, ver el puerto y fumarse un cigarro).
Como uno es un sufridor nato, el sábado a las 12 de la noche salgo de Madrid hacia Huelva en autobús, siete horitas y media de paliza para llegar allí al amanecer y esperar a que Auro se presente por esta ciudad andaluza, aproximadamente un par de horas después de mi llegada según el mejor horario previsto (usando términos ciclísticos)... Y de nuevo vuelta a Madrid (esta vez conduciendo).
Esperemos que el coche resista tal paliza y que al menos podamos darnos un buen homenaje gastronómico en Sevilla o alguna otra ciudad del itinerario.
Al menos me libro del barquito, esta vez le toca padecer a Auro las dos noches sin dormir, los continuos vaivenes, los tranquilizantes, los vómitos de los pasajeros... y la visita a Funchal (aunque ella sólo dispondrá de dos horas de asueto en la mayor de las islas de Madeira, lo justo para bajar, pisar tierra firme, ver el puerto y fumarse un cigarro).
Como uno es un sufridor nato, el sábado a las 12 de la noche salgo de Madrid hacia Huelva en autobús, siete horitas y media de paliza para llegar allí al amanecer y esperar a que Auro se presente por esta ciudad andaluza, aproximadamente un par de horas después de mi llegada según el mejor horario previsto (usando términos ciclísticos)... Y de nuevo vuelta a Madrid (esta vez conduciendo).
Esperemos que el coche resista tal paliza y que al menos podamos darnos un buen homenaje gastronómico en Sevilla o alguna otra ciudad del itinerario.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)