Otros lugares de la isla por los que ya nos hemos dejado ver están localizados en el sur; me estoy refiriendo a las playas de los Cristianos y las Américas. Aunque las montañas también están allí presentes, el tiempo es mucho más cálido que en el norte de la isla (algo curioso, ya que apenas se encuentra a unos 70 kilómetros ).
Basta con contemplar los complejos de apartamentos y hoteles para darse cuenta de que aquello son zonas exclusivamente turísticas. De hecho, la arena de estas playas (artificiales) no es negra, como sí lo es la del resto de playas de la isla (debido a su origen volcánico).
Pero lo que más llama la atención de estas zonas es la increíble abundancia de guiris. De hecho, podría decirse que allí sólo hay guiris –fácilmente identificables por su piel blanca retocada con los tonos colorados provocados por la incidencia de los rayos solares-, y algún que otro tinerfeño trabajando en los restaurantes –aunque me dio la sensación de que la mayoría también estaban regentados por extranjeros-.
Periódicos británicos, escandinavos y alemanes; restaurantes italianos, chinos y ‘fish & chips’; hospitales de la cadena internacional Hospiten… En definitiva, nada que sorprenda a quien ha pisado alguna vez Benidorm o Torrevieja.
Frente a este turismo clásico, impulsado allá por los 60 en toda España por el inmortal don Manuel, parece que las autoridades locales –tal y como puede leerse en esta noticia- están apostando cada vez más por los colectivos de gays y lesbianas, quienes ya conocen a Tenerife como ‘la isla amable’. Incluso me he topado con una ‘guía gay’ de la isla.
Está claro que los tiempos cambian en todos los aspectos y también en el turismo; los guiris fueron el pasado y comparten el presente con los gays, quienes posiblemente serán el futuro. Lo bueno de Tenerife, según estamos comprobando, es que hay para todos (turismo guiri, turismo gay, turismo cultural, ecoturismo…); y eso nos gusta.
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